miércoles, 25 de marzo de 2009

San Óculo Huracanado

Fue este señor de grandes bi-oculares y en edad avanzada quien se agarró al postmoderno como a un trofeo y propuso este rascacielos neoyorquino para la ATT con su gran óculo que rompía el frontón de remate.

Por lo menos, ande o no ande, caballo grande. Y ciertamente es grande, un rompecuellos, diría yo.


Luego vinieron todo tipo de torpes imitaciones...


... y por fin, tras los últimos vientos huracanados, he entendido para qué rayos servía el caprichoso óculo.

Y es que a veces, la arquitectura, da por el mismísimo óculo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Santa Espumadera

Estaba yo cascoteando por el mundo exterior (al estilo del tío Mat, el explorador) cuando me encontré con esta obra civil de un tendido para una nueva línea de tranvía en cierta ciudad costera.
Desde el momento en que los gremios descubrieron la espuma de poliuretano, me empezó a interesar el mundo del detalle constructivo como reacción natural a esa puta manía de rellenar, sellar, tapar, recibir, etc, todo encuentro entre dos materiales con la dichosa espumita.
Pues toma dos platos, y bien rebosaditos de espuma; ese es el menú que me acompañó durante unos kilómetros y se me indigestó según avanzaba paralelo al trazado.
Pues así es como reciben las vías por levante, con un buen baño de espuma. Ni que la vendiera la trama de Correa.
Claro que con este inicio de primavera, yo, al igual que varios de mis pecadores lectores, prefiero otro tipo de baño de espuma.

Viva la primavera! Viva la espuma!

miércoles, 11 de marzo de 2009

San Tiralíneas de Gel

Mi amigo y sin embargo fotógrafo de prensa, me acusaba el otro día en un comentario que me hacía en el martirio de Santa Yolanda de haberle birlado la foto. Y es cierto; me confieso culpable, ni tan siquiera le cité. En ese mismo post, otro santo lector afirmaba que en Internet no se birla nada, se toma prestado, lo cual rebaja el pecadillo a leve. Con tres posts nuestros o tres aves marinas, redimido.
Y después por supuesto, volver a pecar. Eso sí citando su procedencia, lo prometo por el beato.
Así que tomo prestada esta foto del futuro carril bici de Juan Díez del Corral.
A mí, los Maristas ya me lo contaron de pequeño (no todo iba a ser rezar) que dos puntos definían una recta.
(Hoy he conseguido que podáis ver en grande la foto)
He marcado sobre la foto y en verde los dos puntos de tangencia sobre los que se define el bordillo límite del carril bici, el cual parece desde esta perspectiva que efectivamente, es una recta. Y si miramos arriba de la foto, dentro de la tercera elipse verde, la tangencia del tercer alcorque nos confirma que éstos están alineados, puesto que eran los árboles preexistentes a la remodelación de la Glorieta los que claramente estaban ya ordenados y no dejaban margen al error. Sin embargo, si nos fijamos lo que he remarcado dentro de las elipses rojas, nos da toda un lección de falta de geometría propia de novatos y/o una mala empresa contratista.
Seguiremos de cerca la evolución de esta obra bicicletera (¿cómo rematarán los adoquines contra el bordillo?) que sin querer saca los colores a otra, que no contenta con haber desertizado de uso la Glorieta desde su remodelación hace ya un puñado de años, ahora nos ofende o nos confirma su torpeza con esa falta de tiralíneas.
Por cierto, si se observa lo remarcado dentro de la línea naranja, los ciclistas que vayan dirección Ayuntamiento, tendrán que comprarse sillines de gel. Este carril estará lleno de tapas de arquetas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

San Beato Marcelino Champagnat

Ya, ya sé que santo es más que beato, que yo soy de los tontos que hice la mili y me chupé doce añitos en Maristas y aquello del escalafón me lo sé. Pero para mí, este santo reciente (canonizado en el año 1999 por Juan Pablo II) siempre será el beato Marcelino Champagnat, fundador de los HHMM, como bien nos lo grabaron en nuestro cerebro y bordado en las batas sus hermanos sucesores. Y por eso no puedo ahora de buenas a primeras quitarle el beato aunque sea para ascenderle.
Tenía un retrato enmarcado en todas las aulas del edificio de Calvo Sotelo 40, muy cerca del retrato también enmarcado de Franco (en mis últimos tres cursos, se sustituyó por uno de Juan Carlos I muy jovencito y con cara de susto, por cierto).
A mí el beato, me caía bien. Primero porque siempre estaba sonriendo giocondamente, después porque siempre nos contaban sus buenas obras con los niños, con los que hizo practicar la disciplina preventiva y prohibió todo castigo físico (¿?), para educar hay que amar, decía. Y no me generaba temor porque desde el retrato parecía difícil que nos pudiera dar con una caña de tres metros, tirarnos una chasca de madera a la cabeza, nos elevase del suelo por las patillas o que nos atizara en las corbas con una regla de madera de 50 cm de longitud. Y tercero, y sobre todo, porque siempre pensé que era pariente de Mortadelo, ya que usaban el mismo tipo de lazada al cuello y negra sotana con los pantalones adivinándoseles por debajo.


En mi anterior entrada, Santo Stock, hacía alusión entre otras tipologías a la de estado en ruina debido a la avaricia de los especuladores como es el caso de Maristas, cuya imagen actual y me temo que va a durar un buen rato, es lamentable, imperdonable, cabreante y mil adjetivos peyorativos más. Ya hablé hace tiempo de Maristas en elhAll 73, volviéndome a preguntar con qué derecho especularon con nuestra memoria, aumentado ahora hasta la ofensa, la imagen de desolación con la que nos escupe a la vista y al espíritu su estado actual.
Y vuelvo a preguntar a todos los niños que nos fotografiamos año tras año en aquella arquitectura, ¿no vamos a hacer nada?, ¿no vamos a decir nada?. Esto es memoria histórica de la ciudad y tendrán que hacer algo, tirarlo, construirlo, reconstruirlo, rehabilitarlo, reformarlo, legalizarlo, especularlo, pelotacearlo o lo que sea, todo menos dejarlo en ese estado de sufrimiento, de martirio intemporal. Ya lo asumí, murió, pero por el beato, hay que acabar con tan disparatado sufrimiento.



Pero el recochineo de la maldad del torturador, es la frialdad con que ha dejado tuerto de su único ojo al edificio de Agapito, arrancándole aquel reloj que nos dio minuto a minuto la vida durante aquellos largos doce años.

Y esto no se le puede hacer a ningún exalumno, y por supuesto, mucho menos al beato, el cual me sigue sonriendo, luego algo de razón tendré.